Querida papelera;

De luz, a oscuridad. De compañía, a soledad. De calor, a frio. De todo, a nada. Y es que parece que no haya un punto intermedio para ti. Un día me puedes hacer la persona más feliz del mundo, y al siguiente la más desesperada. Un día me sacas a ver mundo, y al siguiente vuelvo a estar en la misma prisión de siempre.
Un día recorres mi espalda y al otro, tengo que ver como se la recorres a otra. Y no se supone que me tenga que sentir así, me lo dejaste claro en un principio “No valgo para ti”. Supongo que ahora entiendo que con esas palabras te referías a que no iba a haber un nosotros, no un “soy tuyo y tú eres mía”. En ese momento no pensé en el futuro, solo me dejé llevar, y ahora sufro. Pero lo que jamás haré será arrepentirme de esto.
Te quise tanto que pensé que sería capaz de hacerte cambiar, tú me avisaste de que eso no sucedería, y es que el que avisa no es traidor. Pero como siempre, yo y mi gran ceguera en cuanto a ti, superaron a la realidad.

Lo mío fue como ponerle unas alas al demonio, pese a que el demonio se las intentaba arrancar continuamente. Plumas volaban por la habitación, pero yo me empeñaba en recogerlas y pegarlas de nuevo en su lugar.

Y es que ahora mismo cualquiera pensaría que para mí es como cualquier otro día sin ti. Pero hoy ya no es así. Ya no aguanto más. Te necesito todo para mí. Y si no es eso lo que voy a recibir a cambio de ti, simplemente cumple tu jodida promesa, y vete, pero vete y no vuelvas.
Porque a veces pienso que no tienes idea del daño, del dolor que me causa estar junto a ti. Te dejo esto aquí escrito porque sé que si me preguntaras esto a la cara, sería incapaz de negarte nada.
Ahora solo me queda rezar porque leas esto, y que tengas, al menos, un poco de coraje, para irte, y dejarme aquí. Gracias por ese favor, y porque sé que mañana todo seguirá igual, y nada más tendré que aguantar estas horribles noches para, más tarde estar contigo.