jueves, 19 de diciembre de 2013

Ella.


Sonríe, sigue sonriendo -se instó a si misma,- no les dejes ver la verdad, no dejes que se hinchen con tu derrota.

Y así seguía aguantando. Día tras día, mes tras mes. 

Aquello no la hacia feliz, nunca nada iba en su favor. Pero ella solo sonreía. Nadie notaba su verdadero estado de ánimo, lo que la deprimió aun más. No había nadie que se preocupara lo suficiente por ella como para estar dispuesto a aguantar sus problemas, o peor, no se fijaban lo suficiente en ella como para saber lo que realmente pasaba en su cabeza. 

Su cabeza consistía en una enorme bobina de hilo entrelazada de tal forma que era imposible de desenredar, no había nada que la hiciera sentir mejor, que le ayudara a deshacer el lío en su cabeza. 

Excepto llorar - recordó,- si, eso le aliviaba, sin embargo sentía una tristeza tan profunda que ni las lágrimas salían. Ni aquello que le ayudaría a sentirse mejor parecía estar de su parte. Se reía de aquellas que se quejaban de  llorar todos los días, ¿que hay de no poder llorar? 

Toda ella era un asco, si bien no físicamente, ya que eso para ella no era un problema, si psicológicamente.

Digamos que ella era como una manzana. Bella por fuera pero el interior ya era otra cosa. Había empezado a pudrirse y ya no había vuelta atrás, el proceso solo empeoraba y llegaría un punto en que no quedaría nada sano en ella. 

Pero. ¿Y a quien le importaba? A nadie. Y ese era quizá el mayor problema. No había nadie que le tendiera la mano, y ella sola no podía salir del pozo en el que estaba.






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